

Con el shock fresco por el decreto de la pandemia y Venezuela todavía aplicando férreas medidas sanitarias, proponer una cobertura especial fuera de Caracas era un acto de fe. Pero también era una responsabilidad que con los años se vuelve reflejo involuntario: si algo está pasando, hay que buscar la forma de cubrirlo..
Lo que según Insight Crime lucía como un «clásico conflicto guerrillero» fue cambiando de apariencia a medida que el Gobierno venezolano preludiaba la intensificación de un despliegue militar en el estado de Apure, zona fronteriza con la región colombiana de Arauca. El jefe del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas Venezolanas, Remigio Ceballos, anunció en Twitter el 27 de abril de 2021: «Desde Apure continuamos incrementando el pie de fuerza, ejecutando operaciones para combatir y expulsar a los grupos irregulares narcotraficantes terroristas colombianos a quienes hemos dado fuertes golpes y seguiremos luchando hasta expulsarlos a todos».
Sin precisar cuántos, escuetos partes oficiales anunciaban bajas de soldados venezolanos. Y sin presencia de la prensa independiente en la zona o en sus cercanías, la poca información que trascendía venía sesgada por los medios oficiales. El cubrimiento era, entonces, aún más peligroso si se trataba de trasladarnos a una aparente zona de guerra. Ingenuidad e imprudencia: esos eran los adjetivos de rigor entre la opinión pública y en el gremio cuando empezó a volverse polvo la densa humareda que generó mi detención arbitraria y desaparición forzada perpetradas por el Ejército Nacional Bolivariano entre el 31 de marzo y el 1.o de abril.
Fueron veinticuatro horas que podrían parecerle al lector un paseo por el parque. Pero vivirlas es otra cosa. Son horas largas de una incertidumbre salada que carcome los labios y despierta una sensación de gastritis, bajo un contexto de conflicto armado donde el periodista es «enemigo» de tirios y troyanos. ¿Y qué se hace con el enemigo capturado? Porque, claro, no hay que negarlo, en lo que al gremio respecta, no hay nada de ingenuo en buscar ser el primero en reportar un hecho y menos cuando uno se sabe entre los más capaces. Y de imprudente, si se juzga estrictamente por los resultados.
Quien sabe preproducir una cobertura complicada comprende que el riesgo nunca es cero. Y, además, con la experiencia se sabe que siempre hay un «estar en el peor lugar en el peor momento» esperándote algún día. Ese fue mi caso. Pero lo anterior tiene sabor a excusa, así que corresponde desgranarlo.
Maryorin Méndez, directora del canal colombiano NTN24 Venezuela, recibió mi solicitud de cobertura y bastó una mirada efímera para que yo entendiera, sin palabras, que no la iba a aprobar. La propuesta consistía en viajar por tierra desde Caracas al epicentro del conflicto en el estado de Apure, pueblo de La Victoria. Un largo viaje de casi veinticuatro horas por los llanos centrales venezolanos, a través de peligrosas carreteras que atraviesan extensas zonas agrarias y ganaderas: había que atravesar cinco estados y 907 kilómetros.
Para sorpresa de ambos, la propuesta fue aprobada por los altos rangos de la oficina en Bogotá. «Lo primero es que todo el material es exclusivo del canal; obviamente, está de más decirlo», ordenó Maryorin, y agregó: «Lo segundo es que esto es serio. Tú tienes experiencia y yo confío en ti, pero la planificación tiene que ser perfecta, a prueba de riesgos».
Era la primera vez que enfatizaba en lo segundo de esa forma, lo que me hizo dudar de si debía proceder con la cobertura. Si la planificación no contaba con los viáticos de traslado suficientes, si no encontrábamos un fixer local de comprobable capacidad, un permiso de las autoridades en el lugar o si el conflicto amainaba, no iría. Porque un conflicto armado entre las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) y las Fuerzas Militares Venezolanas en la frontera con Apure era, además de inédito, altamente riesgoso para ser cubierto.
Los grupos guerrilleros que operaban en la zona se identificaban como un grupo rebelde de las disidencias de las FARC-EP. El ministro de Defensa de Colombia, Diego Molano, denunció tiempo después, en enero de 2022, que el conflicto en territorio venezolano obedecía a una alianza entre el ELN, la Segunda Marquetalia y los militares venezolanos en contra de las disidencias rivales de Iván Márquez y Jesús Santrich. Todo ello tenía un mismo objetivo: preservar las operaciones del narcotráfico en la zona. En resumen, se trataba de una competencia entre organizaciones criminales por el control del negocio1.
Pero vengo cubriendo fronteras desde 2013, cuando empecé a hacer investigación para el diario Últimas Noticias. Y a pesar de los sustos de rigor y las cambiantes dificultades, con el tiempo cubrir la frontera colombo-venezolana se ha vuelto costumbre. Logramos la colaboración de una ONG local llamada FundaRedes. Ellos, desde la frontera, realizan investigaciones e informes sobre temas como el ejercicio de las Fuerzas Armadas en la zona, la presencia de grupos paramilitares allí y de temas relacionados con narcotráfico. Su director, hoy preso, Javier Tarazona, nos puso en contacto con Juan Carlos Salazar y Diógenes Tirado, ambos activistas de FundaRedes que viven en Apure y que estaban dispuestos a acompañarnos a mí y al periodista Luis Gonzalo Pérez a La Victoria.
Seis días antes de nuestra desaparición forzosa, el 25 de marzo, en el caserío de El Ripial, ubicado en el estado de Apure, las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) habrían ejecutado extrajudicialmente a una familia de cinco campesinos, a quienes hicieron pasar por paramilitares ante la opinión pública2. El país entero escuchó la noticia con suspicacia. Era un falso positivo para aparentar eficiencia policial en la zona, pero los vecinos denunciaron la irregularidad y FundaRedes, junto a otra ONG llamada Provea, lo informaron.
1 Infobae, «MinDefensa señaló alianzas».
2 Alvarado, «#Apure Denuncia de presunta ejecución».
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Periodista multimedia y documentalista radicado en Caracas, Venezuela. Cubre conflictos políticos, sociales y ambientales. Ganador en dos ocasiones del reconocimiento de la Sociedad Interamericana de Prensa.
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