

Saludo ancestral. Siempre se nos ha hecho algo difícil escribir, pues somos un pueblo oral desde el inicio de la vida del primer U’wa. Llevamos esta característica en la sangre y así se han trasmitido nuestros saberes desde el inicio hasta nuestros días. De generación en generación. La mayoría de actividades que nos reúnen dentro y fuera de nuestro territorio ancestral las hacemos de manera oral. Estamos sujetos a nuestras formas propias de comunicación, lo cual nos llena de orgullo y cada día buscamos fortalecer. Esa relación oral se entiende porque «U’wa» se traduce como «persona inteligente que sabe hablar», lo que explica esa relación natural con el habla, pero no con la escritura. Por esto se nos hizo un poco difícil escribir estas líneas y buscar palabras que logren despertar o transmitir el sentir de nuestras vivencias como mujeres defensoras de derechos colectivos e individuales, y las diferentes sensaciones que tuvimos que pasar por defender la justicia en situaciones individuales y colectivas de nuestro pueblo.
Las mujeres U’wa hacemos parte de una nación, de un Estado, y lo decimos así para que el mundo lo entienda, dado que tenemos nuestro propio sistema de vida, el cual se estructura bajo la lógica de la Madre Tierra, pues Sira (Dios), en su proceso de creación del todo, dejó unos principios, los cuales hacen parte de la ley de origen que fue, es y será la ruta de navegación de nuestro pueblo. Esta estructura tiene un sistema de gobierno propio, salud propia, educación propia, usos y costumbres propios, caminos ancestrales, avances tecnológicos propios, sistema de economía propio, sistema de justicia propia, sistema cósmico propio, sistema religioso propio y demás sistemas que hacen parte de la vida diaria de nuestra nación.
Todo esto nos forma desde el vientre hasta el final de nuestra vida. Vemos cada uno de estos sistemas de manera transversal y por eso cuando hablamos o escribimos lo hacemos desde una mirada panorámica unificada, pues cada componente de nuestra sociedad se complementa, y esto no permite separarlo en los diálogos en el interior de nuestros territorios y fuera de él. Por eso nosotras, las mujeres U’wa, no somos nada sin el territorio. Los U’wa sin la Madre Tierra no somos nada. ¿Dónde podríamos materializar nuestros usos y costumbres si no es en la Madre Tierra? ¡No hay otro escenario!
Las luchas y resistencias de la mujer y del pueblo U’wa iniciaron desde el momento en que la armonía de la relación de nuestro pueblo con el territorio, la relación entre comunidades, la relación espiritual y lo físico empezaron a romperse con la presencia de Occidente. El territorio binacional ancestral de la nación U’wa está compuesto por suelos colombianos y venezolanos. Por el lado colombiano son cinco departamentos (Santander, Norte de Santander, Boyacá, Arauca y Casanare) y por el lado venezolano son cuatro estados (Táchira, Mérida, Barinas y Apure). Ellos son el territorio físico y espiritual-cósmico-ancestral de la nación U’wa.
En lo físico, lo palpable, lo que se puede sentir y recorrer, hay zonas montañosas y llanas con todos los pisos térmicos que forman montañas intransitables, ríos caudalosos, caños, lagunas, sabanas, morichales, selvas, sitios sagrados y nacientes de fuentes hídricas. Inicia en el sagrado nevado del Zizuma, en el departamento de Boyacá, y va hasta las llanuras de Arauca, Casanare y Apure. Por eso el territorio U’wa tiene un paisaje diverso y rico en diversidad de vida, de flora y fauna. Pero también hay diversidad espiritual, porque cada una de estas diversidades tiene su vida propia y cumple con funciones cósmicas. Necesitamos mantener y proteger el equilibrio, si no, toda clase de vida y humanidad, junto con la Madre Tierra, va a entrar en un proceso de destrucción.
En este territorio, las mujeres U’wa hemos dado vida y hemos luchado por protegerla. A lo largo de la historia, nuestras mujeres mayores y nosotras sabemos el significado de la vida, pues vivieron y vivimos en carne propia cómo se nos arrebataron los hijos y las hijas, los hermanos, los esposos, los familiares y el territorio sagrado. Los colonos hicieron la primera invasión a inicios de 1810. Las mujeres U’wa tuvieron que sufrir violaciones por parte de hombres blancos que con estas acciones despojaban la dignidad de las mujeres y sus familias. Las mujeres U’Wa fueron tratadas como esclavas sexuales y se deshumanizó su existencia. Estas acciones violentas y denigrantes con el cuerpo de la mujer no se habían manifestado durante tiempos anteriores, solo cuando el hombre blanco las trajo. Esto inició varias afectaciones a nuestras mujeres mayores, con consecuencias sociales, culturales, espirituales y cósmicas. Lo mencionamos de manera individual para que Occidente entienda, pero el equilibrio se empezó a transformar en conjunto. El dolor que sufrieron las familias U’wa fue y es muy grande. Además, se presentaron asesinatos de manera indiscriminada y se despojaron a miembros de las comunidades por defender la dignidad de las mujeres, la vida y las tierras donde se establecían las comunidades.
Estas personas encontraron la muerte de manera violenta y fueron desplazadas. Los U’Wa sintieron dolor de dejar las malocas, las viviendas tradicionales y los otros elementos del entorno que estructuraban el escenario donde las familias tenían unos roles específicos, cada uno de acuerdo con sus aptitudes y actitudes en el interior de las comunidades, con los hábitos desarrollados desde el inicio de la concepción de la vida de cada miembro U’wa. Nadie tiene el poder de quitar esa alteración al orden de las cosas. Solo la naturaleza desde su sabiduría controla los ciclos de la vida.
Lo delicado del asunto no terminó, porque el Estado colombiano en sus procesos colonizadores, mediante el concordato, siguió arremetiendo con la Iglesia católica contra las comunidades de nuestras familias. En 1830 inició la planificación de las misiones, que se caracterizaron por implantar construcciones en comunidades estratégicas, las cuales permitían tener más incidencia en el territorio. Se impuso una arquitectura en su mayor parte antioqueña y la principal materia prima fue la madera, que ocasionó unas transformaciones en el contexto de las comunidades. Las familias U’wa fueron forzadas a trabajar en las obras desde el inicio hasta el final. La mayoría de las veces eran llevadas amarradas, sin consideración de ser hombre, mujer o niño. La deforestación para la nueva y contaminante estructura aumentó, cambiaron las dinámicas de las comunidades en esas zonas que a veces se consideraban lugares sagrados, el entorno se transformó. Implementaron un nuevo modelo de educación occidental, continuó la esclavización y el despojo de territorios. La Iglesia apoyó para que el Estado, por medio del Incora, continuara titulando a blancos el territorio ancestral. Hubo cruzadas por las comunidades para llevarse a las mujeres a las misiones. Las primeras casas misionales estuvieron en Santa Librada y El Chuscal. Después se instalaron sedes en comunidades estratégicas.
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Es una organización del territorio ancestral del pueblo U’wa que trabaja para fortalecer la identidad cultural y las costumbres ancestrales de sus habitantes.
Los U’wa son conocidos como Guardianes de la Madre Tierra y del Planeta Azul.
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