La UE, Cuba y el PDCA: ¿es el momento de negociar un nuevo acuerdo?
Carta #26 de René Gómez Manzano para la UE .
En #CartasdeCubaparaUE el siguiente texto resalta los obstáculos y puntos clave que la UE debe considerar durante la implementación y aprobación del PDCA. Así mismo, plantea la posibilidad de negociar un nuevo acuerdo en donde se especifique de manera clara los compromisos y obligaciones del gobierno cubano respecto a la defensa y protección de los derechos humanos.
René Gómez Manzano, abogado egresado de la Universidad de Moscú (1966) y de la Universidad de La Habana (1970). Ejerció por más de 10 años como abogado de bufetes colectivos, y fue asesor jurídico para la Secretaría Permanente para Asuntos del CAME. Durante 10 años ejerció como abogado de oficio para el Tribunal Supremo de la República de Cuba. Fue miembro del ‘Grupo de los Cuatro’ y coautor del documento “La Patria es de Todos”. Es el fundador y presidente de la Corriente Agramontista (agrupación de juristas independientes cubanos). Adicionalmente, fue preso de conciencia en dos ocasiones entre 1997-2000 y entre 2005-2007.En la actualidad es miembro de la dirección electiva del Encuentro Nacional Cubano y articulista de CubaNet.
La Unión Europea y Cuba: ¿Qué hacer?
El renuevo político de los altos cargos de la UE hace viable el establecimiento de nuevos términos para sus relaciones con La Habana
En el seno de la Unión Europea (UE) se realizó el proceso democrático para renovar los principales cargos del bloque comunitario. El Parlamento eligió como presidenta de la Comisión Europea a la alemana Ursula von der Leyen, hasta ahora ministra de Defensa de su país.
El margen de su victoria fue apretado: Apenas nueve votos por encima del mínimo. Un hecho objetivo al que la alta funcionaria restó importancia con un comentario que no hubiera desdeñado el mismísimo Perogrullo: “Una mayoría es una mayoría en política”, declaró.
La señora Von der Leyen es la primera mujer de la historia en ocupar el alto cargo del cual acaba de tomar posesión. Su mandato ha sido auspicioso desde sus mismos comienzos. El primer discurso que pronunció ante el Parlamento tras su elección mereció el adjetivo de “elocuente” y sus principales planteamientos han sido calificados como novedosos y constructivos.
De la nueva dirección del bloque comunitario forman parte también, entre otros, el premier belga Charles Michel (presidente del Consejo Europeo) y la francesa Christine Lagarde (quien encabeza el Banco Central Europeo).
En el campo de las relaciones con otros países, un tema al que deberá prestarse atención es al de Cuba. No cometeré el error al que son proclives muchos de mis compatriotas: el de considerar que se trata de un tema de particular importancia. Claro que lo es para nosotros, los hijos de esta Gran Antilla, pero supongo que los europeos lo coloquen en tercero o cuarto lugar, si acaso.
Se hace evidente que el sucesor de la señora Federica Mogherini al frente de las relaciones externas del bloque comunitario deberá afrontar este asunto. Y dentro de él, el flamante Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación (PDCA por sus siglas en inglés).
Se trata de un convenio en el que se viene trabajando desde hace más de cinco años. Las negociaciones correspondientes se prolongaron desde abril de 2014 hasta marzo de 2016. Una vez aprobado el documento por el Consejo de la Unión Europea, su firma oficial tuvo lugar el 12 de diciembre de 2016. Fue presentado para su aprobación a los legislativos de los países miembros de la UE. Hasta la fecha, muchos lo han ratificado, pero falta Lituania.
Distintas partes del Acuerdo comenzaron a “aplicarse provisionalmente” el primero de noviembre de 2017. (Ya conocemos la expresión francesa: “Lo provisional es lo único que dura”). Pero el hecho cierto es que el documento no ha recibido aún la aprobación de todos los miembros del parlamento europeo.
Creo que esa realidad, unida a la toma de posesión de las nuevas autoridades de la UE, se presta para acometer la negociación de un nuevo acuerdo. Otro factor novedoso que aconsejaría adoptar este enfoque es la situación precaria que confronta ahora el régimen castrista ya que, como resultado del desgobierno chavista, su padrino venezolano, más que para prestar ayuda está para recibirla.
En el curso de esa negociación no deben repetirse situaciones bochornosas del pasado. Me refiero, por ejemplo, a la repudiable zalema que la señora Mogherini le hizo a los mandamases de La Habana, al declarar (¿Habráse visto despropósito mayor?) que el régimen cubano es ¡“una democracia de un solo partido”!
Considero que el portavoz de un grupo de países con tanto prestigio democrático como el europeo no necesita hacer genuflexiones infamantes como ésa, ni debe realizarlas. Felizmente, el llamado “socialismo real” de corte estalinista sólo sobrevive, en estado más o menos puro, en Corea del Norte, Laos y la misma Cuba. ¿Qué peso específico cabe reconocerles a esos especímenes jurásicos de la política? ¡Ninguno!
Y esta realidad debe reflejarse cuando se negocie el nuevo acuerdo y se redacte su texto. Ya sabemos que las autoridades europeas tendrán que tomar en cuenta la defensa de las pequeñas inversiones que los nacionales de sus países miembros, atraídos por la indefensión del trabajador cubano, han realizado en Cuba. Se trata de tristes realidades que existen en este pícaro mundo.
Pero también los demócratas europeos deberían reclamar que, en virtud del nuevo documento, el gobierno de La Habana asuma un compromiso claro y específico con respecto a los derechos humanos. Hasta ahora (y pese a los años decursados), los jerarcas castristas no han tenido a bien ratificar los pactos de la ONU, que firmaron a bombo y platillo un buen tiempo atrás. En vista de ello, parece aconsejable que el hincapié se haga no en esos textos, sino en un documento aprobado por Cuba desde su misma emisión en 1948: la Declaración Universal.
En un Acuerdo en el que sí se tomen en cuenta los intereses del pueblo cubano deberían quedar recogidos los principios plasmados en ese histórico documento. Pero, además, sujetos a la interpretación aceptada internacionalmente; no a la que de manera caprichosa y arbitraria quieran darle en el Palacio de la Revolución de La Habana. (No olvidemos que los castristas, muy orondos, dicen que en nuestro país “tenemos nuestro propio tipo de democracia”; con tretas como ésa, han logrado obrar a su entera voluntad).
En un sitio oficial de la UE con respecto al PDCA se afirma que “el acuerdo proporciona un marco para acompañar el proceso de reformas en Cuba”. Cabe preguntar: ¿Qué “reformas”? ¿La de la Constitución, que ahora define al Partido Comunista como “único”? (algo que no hacía la anterior). ¿O la de la “nueva” Ley Electoral, que mantiene las “comisiones de candidaturas”, así como autoridades comiciales nombradas desde el poder y sometidas por entero a éste? (¡Y que, para las elecciones de diputados, dispone que haya un solo candidato por cada cargo a cubrir!).
No creo que quepa objetar que la Unión Europea desee colaborar para un “proceso de reformas en Cuba”. Oponerse a ese propósito parecería una cosa torpe y de mal gusto. Sólo habría que hacer una observación: Que esas “reformas” sean de verdad; no las de mentiritas que hasta ahora ha realizado el régimen de La Habana.
La Habana, julio de 2019
René Gómez Manzano