ARAUCA | COLOMBIA  

Las mujeres somos como esa fibra de bambú:
una la puede intentar doblar, romper, pero no se puede,
somos así de resilientes.

Yolanda Montes, lideresa de Arauca

 

Este texto es un homenaje al valor de lideresas como Carlina Ovalles, Eva Fierro, Rosa Durán, Edelmira Contreras y Mercedes Mateus, quienes acompañaron los procesos de movilización del Sarare1, pero cuyas voces y relatos no han sido escuchados por aquellos que escriben la memoria histórica de sus comunidades. Esas lideresas aportaron a las organizaciones de mujeres, a aquellas que ya no están con nosotras, a aquellas que aún resisten y contribuyen a la igualdad y a la vida… mujeres que han sido como la fibra del bambú: fuerte, resiliente e irrompible.

En Arauca, las mujeres han construido liderazgos en medio de las adversidades. Lo han hecho desde sus casas, pariendo hijos en este territorio, quitándole los hijos a la guerra, en muchas ocasiones perdiéndolos, buscándolos en muchos lugares. Se trata de liderazgos encarnados en mujeres incansables, arraigados a los ríos, las montañas, la sabana… liderazgos en tierras áridas y fértiles.

Contexto histórico

A partir de la colonización del Sarare, llevada a cabo a finales de los años cincuenta por el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora) –encargado de organizar la propiedad y el ordenamiento en las zonas rurales para la reforma agraria–, las comunidades se unieron para exigirle al Estado condiciones de vida digna, ya que se habían incumplido los compromisos sobre mejoramiento de vivienda, salud, educación, seguridad social de la población rural, organización del mercado y fomento de cooperativas2. El campesinado creó en 1968 la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en el Sarare, que nació con el objetivo de potencializar créditos y ser puente entre el Estado y los campesinos. También se crearon organizaciones como la Cooperativa de Coagrosarare y algunos sindicatos. Se inició la construcción de escuelas, acueductos y puentes artesanales por parte del campesinado. Las mujeres desempeñaron un papel importante en todo ello; algunas eran profesoras, como Victoria Rangel, una de las primeras docentes que llegó al territorio: «Cuando yo llegué no tenía sino diecisiete años, había solo una escuela, la urbana mixta de Saravena. Y entonces yo empecé a laborar el 15 de enero de 1969. Solo había primero y segundo de primaria, pero yo empecé a recibir matrículas de lo que saliera, ¡tan joven yo y me arriesgué! Recibí de primero, segundo y hasta cuarto. Recibí a 120 niños de primero, a 80 de segundo, a 38 de tercero y a 14 de cuarto, y no había sino dos salones. ¿Entonces qué hicimos? Nombraron a otra compañera y cada una agarró dos cursos. Estudiaban sentados en el piso, porque no había sillas para todo ese poconón de alumnos»3.

Las banderas del campesinado ondearon en Arauca y en 1982 cientos de personas organizaron una movilización social cuyo corazón fue el municipio de Saravena. Los campesinos y las campesinas salieron a las calles, se instalaron en las plazas centrales y se organizaron. No solo fueron importantes los hombres –cuyas voces han predominado siempre–, sino también las mujeres. Mujeres campesinas provenientes de Santander, Norte de Santander y Boyacá. Durante el paro, las mujeres cumplían con funciones importantes, pues organizaban las compañías o campamentos, proveían los alimentos y establecían la guardia campesina, la fuerza que se mantuvo durante un mes y medio para exigirle al Estado derechos, vías y un futuro.

Expresión del patriarcado

En 1987, Saravena tuvo a su primera alcaldesa por el partido de la Unión Patriótica, Yolanda Montes. Además, Elsa Rojas de Fernández era alcaldesa del municipio de Arauquita. Las mujeres, pues, ya no solo participaban en las movilizaciones sociales como lideresas comunitarias u ocupaban cargos como docentes, sino que también lo hacían en la política. Continuaban acompañando los procesos sociales y adelantaron acciones para resguardar la seguridad del campesinado, lo que permitió que lograran ganarse el respeto como lideresas.

Un ejemplo de organización comunitaria fue el caso de la Asociación de Usuarios Campesinos (ADUC), que, apoyada por la Secretaría de Desarrollo Social de Saravena, implementó unidades de autoproducción alimentaria y constituyó el Fondo Municipal Agropecuario (Fomuagro). En los años en que las mujeres dirigieron esta organización, los créditos se pagaron a tiempo, se cumplieron con los requerimientos de las auditorías y el capital creció, pero cuando la nueva junta directiva de la organización ADUC determinó que debía ser manejada por ella –estaba conformada, en su mayor parte, por hombres–, la asociación empezó a tener problemas y los recursos del fondo se acabaron4.

Esta cultura patriarcal se ha visto presente en una sociedad que les impone a las mujeres unos comportamientos determinados y se refleja en la existencia de los grupos armados, que son la expresión armada del patriarcado. Entre los años ochenta y noventa, en el territorio se consolidaron tanto el ELN como las FARC-EP, y se acrecentó la presencia de las Fuerzas Militares. Todo ello redundó en un aumento de los homicidios, en la violencia generalizada y en el control social. En esta época aumentó el número de mujeres asesinadas, debido a que los grupos armados les prohibían involucrarse con hombres que hicieran parte de la fuerza pública. Con este tipo de órdenes, cada grupo armado impuso un control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres, limitando su autonomía y libertad. Una lideresa de una organización de derechos humanos, que lleva realizando este trabajo desde 1992 a través de la Unión Patriótica en el municipio de Arauca, nos dijo: «Aquí en el departamento de Arauca los actores armados siempre han impuesto normas. Nosotras perdimos a muchas niñas, muchas mujeres. Cuando los actores armados decían “Las mujeres no pueden mirar a un militar, a un soldado”, imponían normas para las mujeres, para todos… limitaciones».

El patriarcado armado también se impuso sobre hombres y mujeres que no cumplían con el estereotipo establecido socialmente sobre los roles de género. Una de las primeras mujeres trans en Arauca nos compartió su historia: «Yo llegué a Saravena como en el año 1984, la situación de violencia se complicó, se empezaba a rumorar que yo era un mariquita y empezaron a decir que me iban a matar. Nos regresamos a Arauca. Acá había un poquito más de libertad, pero acá me agredían verbalmente, la situación con mi mamá se complicó por mi condición. Yo me devolví a Saravena, tenía dieciséis años. Yo era una mujer trans en mi casa, pero afuera tenía que ser un hombre, porque, si no, me mataban. Empecé a trabajar en una peluquería y, pues, me establecí en Saravena. Una noche salí con unas amigas a rumbear y llegó la guerrilla: prendieron las luces para pedir papeles, así como si fuera una requisa del Ejército. Y uno de ellos se me acercó y me dijo: “¿A usted no le gusta cortarse el cabello? Se lo corta”. Y me agarró y me cortó el cabello y me dijo: “Mañana lo quiero ver con el cabello como un hombre y, si no, le toca que se vaya”».

     

1 El departamento de Arauca está compuesto por siete municipios y se divide en dos subregiones: la de la Sabana (donde se encuentran los municipios de Puerto Rondón, Cravo Norte y Arauca) y la del Sarare (compuesta por Tame, Fortul, Saravena y Arauquita), donde se concentró el proceso de colonización.

2 Comisión de la Verdad (CEV), Hay futuro, p. 51.

3 Victoria Rangel, entrevistada por Carrillo, «Sobre cómo parimos este pueblo», p. 94.

4 Moncayo, El territorio.

     

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